En el blog de la amiga Anne, surgió la idea de unirse los vecinos del barrio bloguero para escribir una cadena de relatos sobre la Navidad, y conforme se fueran publicando irlos enlazando en su espacio, donde nació el proyecto.
Eduard escribió el primer relato, un cuento delicioso titulado «Cuento de Navidad improvisado«
Anne ha escrito un cuento que es literatura pura, podría considerase políticamente incorrecto, pero fantástico y genial, su título es » Noche no tan buena«
Rub ha escrito este emotivo cuento con sabor a chocolate, titulado «Galletas de Navidad«
Concha ha escrito un relato lleno de nostalgía titulado «Mi regalo de Navidad
Pipermenta ha publicado un nacimiento contemporáneo con el título «Fantasía de Navidad«
Micromios ha descrito con mucha ternura a su Papá Noel en el relato «Mi Papá Noel«
Chrieseli nos regala un delicioso relato titulado «Cena para una Noche Buena«
Gabi nos obsequia con una escena navideña muy, muy divertida, «Yinguelbels«
Zambullida nos ofrece un esperanzador proyecto para el fututo, «Destino«
Juanjo nos regala un cuento narrado de manera original, «Ventana de Navidad»
Como me apunté a esta iniciativa que me pareció interesante, ahora me toca a mi el dejar una historia sobre la Navidad, así que vamos a cumplir con la que titularé como «Navidad a dos voces».


Desde que había abandonado la infancia, a Fernando no le gustaba la Navidad. Era cierto que de muy niño, cuando todo en su familia funcionaba bien, estas fechas le llenaban de emoción y alegría, los paseos con sus padres y hermanos a ver los puestos de la Plaza Mayor, la iluminación de las calles, el quedarse absorto delante de los escaparates de las jugueterías pensando en los regalos que recibiría, el soniquete casi hipnótico escuchado en la antigua radio de lámparas de los niños de San Ildefonso cantando la lotería, su madre, cuaderno y lápiz en mano anotando los números, y una larga lista de recuerdos agradables y placenteros.
Pero todo ello terminó cuando se hizo mayor, fue separándose de sus padres, abandonó la casa familiar muy pronto, cuando terminó sus estudios se marchó al extranjero varios años, y a su vuelta quedo definitivamente rota toda relación familiar. Tuvo éxito en su profesión, se casó con la única hija de una de las familias más ricas y poderosas de la región y ello le permitió alcanzar un todavía mayor elevado nivel de vida. A pesar de ello, nunca volvió a sentir el menor aprecio por estas fiestas, le parecían algo empalagoso, cursi y un simple acto social más.
Este año, divorciado de su mujer, que le había sorprendido en una de las muchas relaciones adúlteras que mantenía desde hacía mucho tiempo, arruinado por su ambición, pendiente de su posible procesamiento por delitos fiscales y de blanqueo de dinero, y por si fuera poco, recientemente diagnosticado de un cáncer irreversible que le mantenía ingresado en un hospital de la Seguridad Social, en una habitación compartida, nada más y nada menos que el hasta hace poco tiempo «triunfador», Fernando García-Pelaez y Gómez de Arregui, estaba como para pensar en la Navidad.
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Paco estaba en paro desde hacía casi dos años ya y era consciente de que no volvería a trabajar. Tenía cincuenta y siete años, toda su vida había sido mecánico gracias a un vecino de sus padres, gente humilde y trabajadora, que le había buscado una recomendación para que le enseñaran el oficio en el Colegio de la Paloma de Tetuán. Desde entonces, había trabajado, primero en la Perkins, y cuando fue despedido en diversas fábricas de poca importancia en las que siempre ejerció de tornero. Trabajando más de diez horas diarias por un salario bastante bajo, había conseguido no obstante sacar adelante a su familia, mujer y cinco hijos, los cuales hoy vivían independientes y con sus vidas más o menos resueltas. Su María y él, a pesar del paro, se mantenían dignamente gracias a las horas que ella dedicaba a «hacer casas», y a las chapuzas de todo tipo que Paco realizaba en el barrio, era todo un «manitas», que añadía a su escaso subsidio de desempleo.
Un catarro mal curado había derivado en una bronquitis que, finalmente, derivó en un encharcamiento del pulmón izquierdo, por lo que llevaba hospitalizado más de veinte días, compartiendo habitación con un tipo demasiado estirado para su gusto y que siempre estaba quejándose y de mal humor. Paco intentaba darle conversación e insistía en qué, ya que tenían que estar allí, lo mejor sería hacerlo lo más agradable posible. Con motivo de la proximidad de las fiestas navideñas, que a él le entusiasmaban desde siempre, habían tenido una pequeña discusión. Su compañero, Fernando, no entendía que podía encontrar de alegre en ellas, a él no le gustaban lo más mínimo y le parecía que eran cosas de niños y «viejos chochos», remataba.
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El día antes de Navidad, el Hospital les ofreció a ambos la posibilidad de darles un alta provisional para que pasaran las fiestas con los suyos, y por supuesto Paco ni lo dudó un segundo, aceptó y le preguntó a Fernando si él haría lo mismo. Mirándole casi con desprecio le dijo que no pensaba, a él no le gustaba la Navidad, y además no tenía con quien estar esos días, a lo que el otro le contestó diciendo que podría pasarla con ellos si le apetecía. Por supuesto que no, respondió Fernando, solo faltaría eso. Finalmente, Paco se fue a su casa y Fernando se quedó solo en la habitación y, prácticamente en toda la planta, ya que la mayoría había conseguido permiso para pasar esos días en sus casas.
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La tarde del día de Nochebuena, Fernando estaba leyendo el periódico , y tenía que reconocer que sin saber muy bien por qué, estaba trista, realmente se sentía solo. Decidió entonces que iba a llamar a la enfermera para decir que no pensaba cenar ese día, que por muy especial que fuera el menú, no lo quería. Así hizó, y se disponía a meterse en la cama, cuando un estruendo en el pasillo le llamó la atención, se asomó a la puerta y entonces contempló a Paco y toda su familia al completo, cargados de comida y bebidas, que riendo se acercaron a él y le abrazaron mientras le gritaban: «Feliz Nochebuena Fernando, ¿creías de verdad que cenarías solo esta noche?»
Y esa noche volvió a disfrutar de la Navidad.
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